Durante nuestra visita a Edimburgo, tuvimos la suerte de poder visitar el cementerio de Greyfriars en uno de esos freetours tan interesantes que hicimos. En Escocia, los cementerios son un poco distintos a los que hay por ejemplo en España, y la verdad es que merece la pena visitarlos porque parecen mas un parque que un camposanto. Concretamente en este de Greifriars hay una historia/leyenda bastante curiosa sobre un pequeño perro llamado Bobby. Se dice que este Skye Terrier pasó varios años cuidando la tumba de su amo John Gray, que era un policía nocturno de Edimburgo y que al morir fue enterrado en este cementerio.

En ese momento, al ser un perro sin dueño, debería de haber acabado en la perrera local y probablemente sacrificado, pero la lealtad que tenía este pequeño animal a su dueño, se ganó la admiración de los que vivían en los aledaños del cementerio y le llevaban comida, dejaban que sus hijos jugaran con el y le daban todo tipo de juguetes y regalos. El perrito se hizo bastante famoso en la ciudad, así que el ayuntamiento decidió otorgar a este animal el cargo de vigilante del cementerio y le compró un collar como símbolo de que era propiedad de Edimburgo y así permitir por ley que siguiera junto a su dueño.

Después de 14 años, el perro murió por causas naturales y tan sólo paso un año desde su muerte, cuando el ayuntamiento construyó una estatua en su honor que hoy en día podemos ver justo al lado del pub que lleva el nombre de Bobby Greyfriars. Aunque el perro fue enterrado a la entrada del cementerio debido a que no se podían enterrar animales en suelo sagrado, hoy si que podemos ver una lapida de mármol con el nombre de Bobby en el interior del cementerio.

Esto es bastante curioso porque además, algunos habitantes de la ciudad, aun dejan algunos juguetes y flores junto a la tumba de esta leal mascota.... Yo el dia de mi cumpleaños que justo me encontraba tomando algo por la ciudad, también dejé (durante un ratillo) uno de mis regalos junto a la estatua...jejeje.