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Resumen: Tras los estragos de la Revolución Francesa de 1789, Napoleón Bonaparte se hizo con el control de Europa y alteró notablemente su destino en las precisamente llamadas Guerras Napoleónicas. Tras su derrota se intentan recuperar las antiguas fronteras europeas y surge una nueva figura: Otto von Bismarck.
La derrota de las tropas austríacas y rusas en la batalla de Austerlitz (1806) condujo a la desaparición del Sacro Imperio Romano Germánico, a la abdicación del káiser Francisco II y a un conjunto de reformas administrativas y judiciales. Esto hizo que la mayor parte de los reinos, ducados y principados germanos se unieran en la Confederación del Rin. La región de Baviera salió muy beneficiada, doblando su tamaño y adquiriendo el estatus de reino en 1806. Pero esta confederación duró muy poco ya que muchos de sus miembros cambiaron sus lealtades de nuevo tras la Batalla de Leipzig en 1813 cuando las tropas prusianas, rusas, austriacas y suecas aplastan al ejército de Napoleón Bonaparte.
En 1814 se celebra el Congreso de Viena con el objetivo de recuperar las fronteras de Europa anteriores a la Revolución Francesa y así intentar evitar otro conflicto armado a gran escala. Así, Alemania quedó reorganizada en la denominada Confederación Germánica, compuesta por 39 estados y con una asamblea central legislativa (Reichstag) en Francfort. Esta alianza estaba encabezada por Austria y Prusia pero una serie de revoluciones democráticas surgidas en 1848 acabó con la independencia de Austria y su vuelta al sistema monárquico. Así mismo, en el reino de Baviera, varias revoluciones provocaron la restauración del catolicismo y se recuperaron los monasterios, la censura de prensa y la detención de estudiantes, periodistas y profesores universitarios considerados como elementos subversivos, algo que chocaba con los ideales democráticos que se extendían por el resto de Alemania. Durante este periodo se dio una gran emigración hacia los Estados Unidos de América por parte de la población alemana.
En 1862 el rey Guillermo I nombra a Otto Von Bismarck (1815-1898) como nuevo primer ministro prusiano, un militar de la vieja guardia que gracias a las guerras con Dinamarca y Francia consigue su objetivo de crear una Alemania Unificada liderada por Prusia. Así, en 1871, Berlín se convierte en la capital del Segundo Reich Alemán, una monarquía constitucional bicameral que además convierte al rey en Káiser y nombra a Bismarck su "Canciller de Hierro". Durante su mandato, consigue la adquisición de varias colonias en África y en el Pacifico.
Los primeros años del Segundo Imperio Alemán estuvieron marcados por un enorme crecimiento económico y gran parte de la población rural emigra a las ciudades en busca de trabajo en las fábricas. Así, se crean los nuevos partidos políticos que dan voz al proletariado y destaca el SAP (Partido de los Trabajadores Socialistas de Alemania), antecesor del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD). Bismarck intentó ilegalizar el partido pero no lo consiguió, debido principalmente a la presión social que hizo que Guillermo II ampliase las reformas sociales, algo que acabó hartando al canciller y decidió apartarse de la política. De todas formas, el legado final de Bismarck fué una Alemania rica, unida y con una gran potencia industrial que se adentraba en el nuevo siglo.
En 1814 se celebra el Congreso de Viena con el objetivo de recuperar las fronteras de Europa anteriores a la Revolución Francesa y así intentar evitar otro conflicto armado a gran escala. Así, Alemania quedó reorganizada en la denominada Confederación Germánica, compuesta por 39 estados y con una asamblea central legislativa (Reichstag) en Francfort. Esta alianza estaba encabezada por Austria y Prusia pero una serie de revoluciones democráticas surgidas en 1848 acabó con la independencia de Austria y su vuelta al sistema monárquico. Así mismo, en el reino de Baviera, varias revoluciones provocaron la restauración del catolicismo y se recuperaron los monasterios, la censura de prensa y la detención de estudiantes, periodistas y profesores universitarios considerados como elementos subversivos, algo que chocaba con los ideales democráticos que se extendían por el resto de Alemania. Durante este periodo se dio una gran emigración hacia los Estados Unidos de América por parte de la población alemana.
En 1862 el rey Guillermo I nombra a Otto Von Bismarck (1815-1898) como nuevo primer ministro prusiano, un militar de la vieja guardia que gracias a las guerras con Dinamarca y Francia consigue su objetivo de crear una Alemania Unificada liderada por Prusia. Así, en 1871, Berlín se convierte en la capital del Segundo Reich Alemán, una monarquía constitucional bicameral que además convierte al rey en Káiser y nombra a Bismarck su "Canciller de Hierro". Durante su mandato, consigue la adquisición de varias colonias en África y en el Pacifico.
Los primeros años del Segundo Imperio Alemán estuvieron marcados por un enorme crecimiento económico y gran parte de la población rural emigra a las ciudades en busca de trabajo en las fábricas. Así, se crean los nuevos partidos políticos que dan voz al proletariado y destaca el SAP (Partido de los Trabajadores Socialistas de Alemania), antecesor del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD). Bismarck intentó ilegalizar el partido pero no lo consiguió, debido principalmente a la presión social que hizo que Guillermo II ampliase las reformas sociales, algo que acabó hartando al canciller y decidió apartarse de la política. De todas formas, el legado final de Bismarck fué una Alemania rica, unida y con una gran potencia industrial que se adentraba en el nuevo siglo.